Si hay una novia que tenía claro cómo quería que fuera su gran día, ella es Silvia. Y junto a Uri, su príncipe azul, habían imaginado este gran momento desde muy pequeños, sabiendo que algún día cumplirían el sueño de hacerlo realidad. Una boda única y espectacular con una puesta en escena mágica. Guirnaldas de luces, lámparas colgantes, campanas de cristal, rosas y candelabros dorados fueron los protagonistas de este romántico día.
Desde el principio, trabajamos con Silvia en una propuesta de boda que plasmara todo su romanticismo y el de su historia con Uri. Por eso, desde la línea gráfica, y el menú escogido, hasta los centros de mesa giraban en torno a la magia de una gran cena en medio del bosque.




Silvia ideó junto a Natalia Maragall un vestido de satén de seda natural de líneas suaves pero atrevidas, de esos que reflejan tal sencillez que sólo se aprecia cuando cada detalle está pensado y cuidado a la perfección. Lo combinó con Joyas de Montse Esteve; el solitario de pedida, pendientes, riviere y pulsera a juego con su madre y hermana, y cómo no, la original alianza de brillantes.



Uri la complementaba a la perfección con un chaqué azul de Jajoan con chaleco de piqué blanco y corbata color verde aguamarina que daba una nota de color exquisita para completar el look.


En su entrada a la ceremonia, la acompañaron los más peques de la familia, preciosamente vestidos con trajes de Labubé en color rosa y una fantástica corona de flores de Moncollierbcn trabajadas en los mismos tonos que el resto del conjunto y que estarían también presentes a lo largo de todo el día.
La ceremonia, oficiada por el tío de Uri, fue de lo más emocionante, el punto especial lo dio la música. Los novios trabajaron en un repertorio musical que describía su historia, su relación y la de sus familias. Y al salir, les esperaba una lluvia de originales pétalos de lo más romántica!


Al caer la tarde, los novios y sus invitados llegaron a La Centenaria para disfrutar de un magnífico aperitivo que diseñamos junto a Sauleda Catering y donde los chicos de Pianobar se encargaron de hacer que todo el mundo empezara la fiesta al ritmo de su mejor música y cocktails.



Llegó el momento de pasar a cenar… ¡y el gran bosque esperaba! Mesas imperiales con mantelería de lino gris, llenas de jardines de musgo y rosas en tonos rosados cubiertas por campanas de cristal esperaban a los casi 300 invitados. La cálida luz de las velas y una gran cortina de luces englobaban todo en un halo de romanticismo y magia del que todos disfrutaron.
Para su entrada, los novios prepararon junto a Jordi Slow un precioso vídeo en el que también incluyeron imágenes de la ceremonia. Los novios salieron de detrás de la pantalla, como si las imágenes cobraran vida. Un momento muy divertido y mágico que todos los invitados acompañaron con bengalas de luz de color y que fue el preludio de una gran cena llena de sorpresas.





De retratar este mágico día se encargó el gran Serafín Castillo, que no perdió detalle y estuvo pendiente de esta pareja de guapos durante toda la celebración.

¿Qué os parecería vivir una boda mágica de verano como esta?
Fotos: Serafín Castillo
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