Este verano organizamos una boda preciosa en un pueblito de l’Empordà.
Y como toda boda en un pueblo, todo tuvo lugar en la plaza: los novios se casaron en la iglesia, y celebraron la boda en el jardín de su casa, justo al otro lado de la plaza.
El resultado es una boda totalmente familiar, acogedora y sencilla a la que no le faltó ni un detalle…
La iglesia aparentemente solitaria nos esperaba a media tarde, pero allí estaban ya las vecinas más avispadas del pueblo guardando sitio en primera fila para no perderse detalle del acontecimiento.

Los invitados fueron llegando y haciéndose con sus abanicos para combatir el calor, a la vez que tomaban asiento en la preciosa iglesia románica.
El norte del Empordà es tierra de olivos, por eso éstos juntamente con la lavanda, fueron el hilo conductor de la boda. Hasta las damitas llevaban coronas de olivo!
Con todos dentro ya de la Iglesia, se celebró la boda, toda ella con un tono familiar y entrañable, en la que cuidamos hasta el más mínimo detalle.


A la salida, los saquitos de arroz esperaban a los invitados… ¡y a los novios!
La novia llevó un vestido hecho a medida con cuerpo de guipur y falda de seda. Los zapatos Menbur daban el toque de glamour, y el precioso ramo campestre hecho por Moshi lograba la combinación perfecta de sencillez y elegancia.
Tras la ceremonia, nos sorprendió una magnífica puesta de sol, durante la que los novios aprovecharon para hacer su reportaje con nuestros inseparables Padilla & Rigau.
Un cartel de madera colgado en la verja del jardín daba la bienvenida a los invitados, que al traspasarla, se encontraban con un sinfín de detalles para descubrir.


Cayó la noche, y tras la cena, empezó la fiesta en la que no faltó el cotillón argentino tan presente siempre en las celebraciones de esta familia.
Fotos de Padilla & Rigau.
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